30/12/10

Drunk sex is the worst kind of sex

Dentro de la gran variedad de hazañas que se pueden hacer dentro de lo que abarca el reino de las actividades sexuales lo peor que puedes hacer es presentarte ebrio a una situación coital. No esperes a estarte cayendo por los suelos para ir a abordar a esa chica del sujetador rojo brillante o, como fue mi caso en una ocasión, irle a tocar el culo. En ese caso en concreto, recibí una bofetada que hasta la música paró, pero después me pidió disculpas y se ganó mi perdón con sus acciones. Sí, ya todos lo hemos dicho y oído, "una para darme valor." Pero una nunca es suficiente. Tías, chicas, viejas, mujeres, no esperen a que nos estemos cayendo de borrachos para que, después de haber sido abordadas, aceptar el intercambio sexual. Si estás en la situación en que una "dama" se ofrece voluntaria para un intercambio sexual ya mismo y tú no sabes si hacerlo con ella o su amiga, porque la estás viendo doble, queda con ella para otro día. Pídele su teléfono, házle saber que estás muy interesado, pero que de momento tienes que irte a casa (probablemente a cascarla).
Es algo bizarro, muchas veces no sabes bien si la otra persona te gusta realmente, o si es bípeda, o mujer o humana siquiera. Despierta uno junto a cada esperpento (me imagino que igual les pasa a las mujeres) cosa que se logra con largas dosis de alcohol, si es de garrafa mejor, y con la mala iluminación de las discotecas.
Además, en algunas ocasiones el alcohol logra un efecto en el hombre similar al bromuro (inhibe la erección para los que no se dan cuenta) y en otras logra un efecto parecido al del viagra. Lo más probable es que no sea la sesión sexual más grata para el recuerdo. Es posible que se queden dormidos (ahora me refiero a nosotros los hombres, que le vamos a hacer, así estamos diseñados) que no se den cuenta cuando su pareja no está disfrutando algo, o que se convierta en una orgía gomita (yo gomito, tú gomitas...)
En esta ocasión en particular, la que les comentaba allá arriba, no llevaba conmigo condones. Cuando era adolescente tenía incluso un llavero para llevarlos. Con el tiempo descubrí que llevarlos no ayudaba en nada, sobran los lugares donde comprarlos, y acababan caducando o rompiéndose el empaque. Cómpralos cuando los vayas a usar y, si vas a repetir la experiencia con la misma pareja, que los lleve ella, que le caben mejor en el bolso. Que es otra razón por la que dejé de llevarlos, las mujeres sexualmente activas no cuentan con que vayas a tener condón, ya los llevan ellas, probablemente comprados por un usuario anterior. Mujer prevenida vale por 2.
Bueno, pues paramos camino al hotel (de hecho hubo que desviarse un poco) en una farmacia. El paquete más simple de condones que tenían traía 9 ejemplares. NUEVE. Los compré (¿Mencioné que ya era de día?) y ella pensó que teníamos que gastarlos todos. Como cuando vas a un restaurante y tienes que acabarte todo lo que tienes en el plato. Entonces llegando al cuarto, que es a donde iba este monólogo digital desde un principio, me convirtió en su esclavo sexual con minuto y medio entre cada fornicio. "¿Ya?" Fue una madrugada exhaustiva, pero la dejé satisfecha, aunque no es un acto del que me enorgúllezca.
Estaba pasadita de peso, algo que eróticamente hablando me pone, sin llegar a ser obesa. Luego pretendía ser argentina imitando bastante bien el acento que en ocasiones perdía. Claro, yo un italiano en México, ella tenía que ser algo más que sólo mexicana (lo cual hubiese estado mejor). Por encima de eso, pretendía ser virgen todo el tiempo, hasta llegar a la cama, como si no me fuese a dar cuenta y como si me importara o la prefiriese con el precinto. Honestamente, prefiero que alguien me abra la puerta. Yo no soy Ponce de León o Cabeza de Vaca, no soy un explorador. Quiero ir a terreno ya recorrido, como Hernán Cortés o Francisco Pizarro. Por supuesto, la "dama" en cuestión no era virgen.
Por cierto, si estás leyendo esto, no te llamé porque no fue una experiencia que me gustase repetir, aún estando sobrio, ¡mucho menos estando sobrio!
Recientemente iba yo a tener otro encuentro sexual, esta vez planificado, y recordé que aún tenía el paquete aquel. Conté el numero de hules que quedaba, 4. ¡En esa mañana, borracho y bajo presión le eché 5 polvos!

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